Friday, October 9, 2020

El resurgir de la esvástica (Autor: Dino Alreich) Capítulo 10

 

Monstruos de aluminio


 

Ya era de noche cuando Christopher y Soledad continuaron su huida hacia los montes. En aquella jungla de cemento no les quedaba más remedio que buscar edificios abandonados para así guarecerse en sus sótanos. Así se encontraron con otro muchacho que no se había dejado sellar.

–Algo extraño está sucediendo en afuera. –dijo Marcos entrando a aquel lugar donde se ocultaban Soledad y Christopher.

–Los soldados del gobierno han aumentado sus brigadas. ¿cierto? –comentó Christopher.

–Me refiero otra cosa. –comentó Marcos.

–¿Qué cosa? ¿Qué otra cosa puede pasar? Se encumbró al poder mundial un anticristo y con promesas de paz ha sometido a todos los pueblos. Ahora en el poder le declara la guerra a todos los que se le oponen. Son muchos los que han estado muriendo de hambre si no se dejan sellar y como si fuera poco ni aun los mismos sellados están a salvo pues los alimentos escasean. La tierra se ha llenado de la sombra de la muerte. A nosotros nos han dado a beber de la copa de la persecución. –comentó Christopher.

–Cosas peores están aconteciendo afuera. –dijo Marcos.

Christopher hizo como para asomarse por la ventana.

–¡No lo hagas! –dijo Marcos histérico.

Cuando Christopher se asomó para ver quedó perplejo al ver en las afueras de la ciudad unas extrañas criaturas enormes. Eran unos enormes aparatos hechos de un metal parecido al aluminio o fibras de carbono. Su aspecto era similar a los escorpiones. Poseían unos tentáculos enormes con los cuales se desplazaban caminando sobre las ciudades. Su altura era impresionante. La atmósfera estaba llena de extrañas criaturas espeluznantes como salidas del mismo infierno. Tal parecía que eran unas extrañas maquinas elaboradas en lugares secretos. Eran en formas de animales, pero poseían la inteligencia de los humanos. Como si tuvieran voluntad propia fueron creadas para perseguir y derramar la sangre de los inocentes. Fue el momento que la gente se comenzaba a dar cuenta que los planes de los nazis en el pasado nunca hubieron cesado, sino que estaban escondidos en lugares subterráneos y unidos a diferentes gobiernos para traer la peor de las emboscadas de toda la historia. Máquinas que parecían ser inspiradas por las fuerzas del infierno ahora salían a la luz.

–¿Y esto? ¿qué cosas son y de dónde han salido? –comentó Christopher sin poder salir de su asombro.

Inmediatamente Soledad corrió al lado de Christopher para ver por la rendija. Lo que vio la dejó fría.

–¡Qué aspecto más terrible el de estas máquinas!  Tal parece que este es la dictadura más terrible que jamás se haya levantado. –dijo Soledad.

–Algunos de aquellos que huyen como nosotros aseguraron ver como esas criaturas robots surgían de la misma tierra. Es como si los militares nazis las hubieran estado construyendo durante mucho tiempo para esta hora. –dijo Marcos.

–Entonces, debajo de la tierra hay túneles de donde han salido estas criaturas infernales. Debieron ser los ocultistas trabajando a escondidas de toda la sociedad. –comentó Christopher.

–Es mucho más que esto. Otros me aseguraron ver extraños insectos voladores mecanizados. Es como si hubieran copiado la naturaleza y así imitándola han creado robots de persecución.  –dijo Marcos.

–Pero ¿cómo persiguen tan fácilmente a sus víctimas? –preguntó Soledad.

–Sensores de calor y sistema de rastreo. –contestó Marcos.

–¿Qué? –preguntó Soledad sin entender nada.

–El cuerpo humano genera calor. Ese calor se refleja en luz delante de los sensores y lentes ópticos que poseen esos aparatos. De esta manera pueden ver a la gente aún en la oscuridad y lugares remotos. –les explicó Marcos.

–Entonces, si dirigen esos ojos hacia aquí nos delatarían. –asumió Christopher.

–Lamentablemente así es. –confirmó Marcos.

–¡Oh, Dios! ¿Qué haremos ahora? –dijo Soledad muy alarmada.

–Estaremos quietos, esperaremos que se alejen y trataremos de movernos lo más rápido posible hacia los montes.

–Salir de esta jungla de cemento nos tomará mucho tiempo. –calculaba Christopher.

Pasadas unas horas los tres fugitivos se encontraban en silencio escuchando el ruido que producían estas máquinas. Su sonido era similar a zumbido de maquinas propulsoras y supersónicas. Frente a la oscuridad de la noche se veían los destellos producidos por estos artefactos que se movían a gran velocidad en los aires buscando víctimas para derramar su sangre. Las calles se habían tornado rojas a causa de las muchas víctimas que fueron pulverizadas por los rayos que disparaban estas criaturas. La gente que eran escépticos, ahora se daban cuenta de forma tardía que aquel sistema que había subido al poder era por obra del dragón y serpiente antigua, Lucifer. Recordaban las extrañas apariciones de unos extraños monstruos que aterrorizaban a los dueños de ganados en años anteriores. Muchos afirmaban haber visto a extraños seres de apariencia horripilante que succionaba la sangre de los animales de manera misteriosa.  Lo describían como seres de otros planetas con aspectos terribles. Pronto se comenzaron a dar cuenta que los gobiernos los habían traicionado. Todo era parte de un plan militar de terror y satanismo. Estos seres fueron creados usando ingeniería genética en unión con conjuros procedentes del mismo infierno.

Pasados unos días en aquella misma situación ya los tres compañeros estaban desesperados.

–No aguanto más esta angustia. –dijo Soledad.

–Resiste, amiga, resiste. –le dijo Christopher.

Estando ellos vigilando entre las rendijas de un edificio abandonado algo comenzó a suceder en los cielos. Extraños objetos del ejército sobrevolaban las ciudades en búsqueda de rebeldes. El cielo estaba infectado de esta clase de naves que parecían tecnología humana híbrida con demonios.  Su aspecto era como langostas y escorpiones.

El cielo se comenzó a tornar anaranjado como si estuviera encendido como un carbón. Se comenzaron a ver encendidos cometas que traspasaban la corteza terrestre y chocaban en todas partes contra la tierra.

–Vamos, esta es la única oportunidad que tenemos para irnos de este lugar. –dijo Marcos.

Los tres fugitivos salieron de forma apresurada tomando en cuenta que todas las naves estaban confundidas con la lluvia de meteoros que caía sobre la tierra. Así huyendo llegaron a las orillas de un rió. Marcos se disponía a sumergirse en la orilla y pretendía ir por toda la orilla hasta llegar a la montaña.

–¡No lo hagas! –se escuchó una voz que lo detuvo.

–¡Ah! –reaccionó Marcos.

Los ojos de los tres compañeros buscaban en la oscuridad el origen de aquella voz. De repente, un grueso hombre de apariencia trigueña se dejó notar.

La muerte mora en el rió. El río está infectado con peces electrónicos y artificiales puestos por el gobierno y su sistema de vigilancia. –aseguró el hombre.

–Tal parece que no hay lugar donde esconderse en este tiempo. –comentó soledad.

La ciudad ardía en llamas a causa del impacto de múltiples meteoros que golpeaban todo alrededor.  Toda la grama y la hierba dejaron de ser verde para tornarse en una alfombra oscura y desagradable a la vista. Mientras Christopher, Soledad y Marcos continuaban su huida a los montes algo mucho más terrible estaba por suceder en la atmósfera terrestre. Se estaba aproximando a toda velocidad un enorme meteorito tan grande como para despedazar varias ciudades enteras. En el espacio se fue dejando ver el deslumbrar de aquel fenómeno que se dirigió hacia el mar. El impacto fue tal que hizo un enorme cráter en el mar provocando un tsunami mundial. Casi todos los seres vivientes que moraban en el mar murieron en el instante cuando esto sucedió. De igual manera, fueron muy pocas las naves que sobrevivieron el impacto. Por otro lado, los meteoritos que cayeron en los ríos hicieron que las aguas se contaminaran y no se pudiera beber de ellas. La gente maldecía al Dios de los cielos cuando la tierra sufría estas calamidades producto de los juicios de Dios. Fueron muchos que en su desesperación bebían las aguas contaminadas y morían envenenados casi inmediatamente. La tierra se llenó de luto como nunca.

Tal parecía que Dios había desatado los juicios desde los cielos que bajaban como jinetes mortales a llevar cautivos a sus presas. Lo que en un principio parecía una burla a Dios por medio de un gobierno mundial anticristiano, ahora se había convertido en la peor pesadilla mundial.  

Gran parte del control que el líder mundial y sus gobernantes poseían se debía al control social por medio de sus satélites colocados de forma estratégica en el espacio. Estos satélites se alimentaban de la energía solar. Dios miró desde los cielos, le desagradó el mover de los hombres. El sol dejó de alumbrar e inmediatamente la luna negó su resplandor. En la tierra todo era caos. Estancamiento social de repente, guerra, muerte, hambre, llanto, dolor, epidemias. La gente que fueron marcadas por el gobierno comenzó a ser llenos de llagas y úlceras pestilentes. Era el momento cuando más blasfemaban a Dios. La dictadura maligna había ocasionado que la gente se tornara agresiva y violenta unos contra otros cuando alteraron a los hombres por medios artificiales como los implantes de la marca. 

Eran muchos los hombres que se revolcaban del dolor producido por los efectos secundarios de los implantes de la marca. Cinco largos meses sufrieron el tormento del mismo demonio sobre sus cuerpos destrozados. Tanto era su dolor que deseaban morirse, pero la muerte huía de ellos.

El líder mundial se quitó su máscara y cuando los hombres le miraron todos vieron al mismo demonio reinando sobre la tierra. Los aires se llenaron de cosas horrendas, su aspecto era como langostas que descendían organizadas en filas. Su terrible aspecto era multiforme de caras de hombre, dientes de leones y cabello de mujer. Eran protegidas por corazas metálicas de zafiro y azufre muy poderosas. El estruendo que producían era intimidante en gran manera. Poseían colas semejantes a la de los escorpiones con las cuales hacían mucho daño. Eran dirigidas a matar a todos aquellos que podían rastrear por medio de la marca. Las bocas de estas horrendas máquinas estaban ebrias de sangre. Con sus terribles sensores cazaban almas de hombres y derramaban su sangre por las ciudades. Eran muertes sistemáticas planeadas de antemano. El gobierno ya había hecho experimentos con monstruos de persecución en el pasado, pero ahora, su objetivo eran los hombres. Muchos lugares de la tierra eran alfombras de cuerpos humanos. Estos terribles demonios poseían lenguas como de reptiles, pero a su vez se alimentaban de sangre, dejando a sus víctimas secas y deterioradas en gran manera.

Cuando Christopher, Soledad y Marcos huían se detuvieron en un lugar y desde allí se veía un televisor encendido en las noticias nacionales. Por un momento quedaron en silencio escuchando lo que se decía:

“algo extraño acaba de suceder… los dos profetas que fueron crucificados hace tres días en Nueva Babilonia quienes atormentaban a las naciones con sus palabras, han desaparecido de las cruces donde colgaban. Algunos aseguran haberlos visto ascender a los cielos tal y como afirman lo hizo Jesucristo en el pasado. Algunas personas afirmaron que en estos tres años y medio que profetizaron se decían llamar los “dos olivos”. Luego de su partida no dejaron de ser misteriosos…” –continuaba la noticia.

Cuando Christopher y sus compañeros veían la noticia, la tierra comenzó a estremecerse como un borracho.

–¡Terremoto! –gritaron todos llenos de temor.

Inmediatamente buscaron refugio en lugar seguro. Al cabo de varios días supieron que aquel terremoto ocasionó que siete mil personas murieran. Ellos al ver el panorama conversaban sobre toda aquella tragedia.

–¿Cómo es posible que todas estas cosas estén pasando en este tiempo? ¿Cómo la humanidad fue capaz de entronar a este líder mundial conociendo de antemano las atrocidades hechas por los dictadores anteriores? –preguntaba Marcos.

–Los ocultistas supieron dormir al mundo por medio del entretenimiento y la falsa paz. La gente estaba tan ocupada en los afanes de la vida que no se dieron cuenta de lo que se gestaba en lo secreto. Y nosotros hemos sido de igual forma culpables. –dijo Christopher.

–Todo fue parte de grandes estratagemas político y religioso.  La religión originada en Babilonia le fue abriendo camino por largos siglos a este líder mundial. Poco a poco se fueron infiltrando en los gobiernos y en las religiones para obtener el favor de las naciones y este es el resultado. –dijo Soledad.

–Y todos esos milagros, prodigios y señales que hace este dictador nunca se han visto en hombre alguno. Tiene contacto con seres espirituales y extrañas cosas suceden. Es como si fuera alguna clase de ilusionista. –dijo Christopher.

–Es el poder de Satanás sobre él. Esos milagros no provienen de Dios ya que contra Dios él blasfema. Por esto Dios ha permitido todos estos juicios que hoy vemos. La naturaleza está airada y como si fuera poco, se nos ha permitido participar de este régimen por ser desobedientes y no reconocer a Dios.

–Yo solo sé una cosa. No me dejaré sellar de este sistema en ninguna circunstancia. –dijo Marcos.

–Ni yo. –dijo Soledad.

–Yo tampoco. –acordó Christopher.

Ellos continuaron su camino hacia los montes. No les fue fácil pues tuvieron que esconderse de las máquinas que vigilaban la sociedad en cada esquina. Parecía que los perseguidores eran omnipresentes. Ellos trataban de huir de noche ya que el sol de día parecía estar airado. La gente que había sobrevivido a los grandes juicios se había tornado aborrecibles unos con otros. La peor de las pestes sociales jamás vistas estaba ocurriendo. Úlceras malignas y pestilentes atormentaban a aquellos que se dejaron marcar por el sistema. Era como una reacción alérgica a los químicos que liberaba el artefacto. Sin embargo, ante de implantarlo, los medios de comunicación aseguraban que era seguro para la salud.  El mar estaba de un color extraño y un olor pestilente. Ni siquiera el agua de los ríos se podía ingerir. El sol quemaba más fuerte de lo normal y ocasionaba combustión espontánea dándoles la muerte a muchos hombres.   Frente a toda esta terrible oscuridad los hombres no reconocieron los juicios de Dios, sino que blasfemaban su nombre. Un gran terremoto hizo estremecer la tierra como nunca. Tampoco se podía salir de los edificios por mucho tiempo ya que granizo caía como plaga destructiva sobre los hombres.

Cuando Christopher y sus amigos pensaban que ya estaban alcanzando la meta de llegar a los montes fue el momento que se dieron cuenta que habían sido seguidos por largo tiempo. Se empezaron a escuchar los zumbidos de extrañas naves robots voladores que los rodearon. El aspecto de aquella tecnología era terrible. Allí junto a la ribera sabían que no tenían escapatoria. Si se lanzaban al rió buscando huir allí los esperaban los otros verdugos que fueron creados por el ejército de las tinieblas. Si se dirigían a la ciudad allá estaban las horrendas máquinas de semejanza de escorpiones. Allí petrificados no pasó mucho tiempo cuando aquellas extrañas naves voladores se comunicarán con los soldados.

–¡Vaya, vaya! ¿qué tenemos aquí? –dijo uno de los soldados apuntando con su revolver.

Ellos al verse descubiertos se miraron a las caras y guardaron silencio. Los soldados se arrojaron contra ellos con toda violencia. De mala manera los condujeron a sus helicópteros. Rápidamente eran dirigidos a unos campos de concentración. Desde las alturas cuando iban en aquel helicóptero se podía divisar a la distancia las ciudades devastadas tanto por la guerra como por la rebelión de la naturaleza. Las calles y carreteras se dejaban notar de color rojo mezclado con un escenario gris y nublado.

Cuando el helicóptero descendió, Christopher y sus amigos pudieron ver montañas formadas por cuerpos humanos despedazados. Los soldados empujaron a   Christopher, Soledad y a Marcos juntos con otros. Ellos al mirar a su lado se dieron cuenta que no estaban solos. Era una larga fila de gente inocente los que iban como ovejas al matadero. Hombres y mujeres llorando y gimiendo por lo atroz de aquellos asesinatos. Frente a ellos cientos de guillotinas que estaban preparadas en aquellos lugares para derramar la sangre de gente indefensa. Las súplicas parecían perderse en el vacío. Las lágrimas solo aumentaban el dolor de los que allí estaban.

Uno de los verdugos el cual vestía de uniforme nazi se acercó apuntando con su metralleta a Christopher, Soledad y a Marcos.

–¿Qué vas a hacer? –preguntó Christopher alarmado como respuesta al empujó que le propinó el verdugo.

–Calla. –le ordenó el verdugo.

Allí por la fuerza los hicieron hincarse al suelo y colocaron sus cuerpos y fijaron sus cabezas a aquellas guillotinas, una al lado de la otra. Las víctimas se miraron las unas a las otras y luego cerraron sus ojos esperando su final.

 


Prólogo 

Los Hechos 

Capítulo 1 El pordiosero 

Capítulo 2 Misteriosa huida

Capítulo 3 La carta secreta 

Capítulo 4 Advertencia de una catástrofe 

Capítulo 5 La autoridad del dragón 

Capítulo 6 El arrebatamiento

Capítulo 7 La marca

Capítulo 8 Señales y prodigios 

Capítulo 9 Siete años 

Capítulo 10 Monstruos de aluminio 

Capítulo 11 Un nuevo día

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