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Friday, October 9, 2020

El resurgir de la esvástica (Autor: Dino Alreich) Capítulo 6

 


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Capítulo 6


El arrebatamiento

 

La gente caminaba apresurada por las inundadas calles envueltos en sus afanes cotidianos.  Todo aquel ruido urbano de bocinas y motores de automóviles, tumultos de gente conversando, sirenas de la cuidad, obreros trabajando, y toda clase de anunciantes lo que producía era dolor de cabeza. Mientras cada persona de la ciudad atendía cada uno sus asuntos, pasó lo inesperado. Como si se tratara de una nueva visión o de un enigmático sueño, un misterioso relámpago cruzó el planeta a una velocidad tan rápido como un abrir y cerrar de ojos. Salió del oriente mostrándose en occidente. Fue como un imponente celaje de Dios que ejerció una poderosa fuerza que hizo que los pies de todos los creyentes de Dios vencieran la gravedad. Fue como quebrar aquella fuerza que los mantenía atados a la tierra. Aquellos cuerpos que descansaban en la tierra y en el mar se levantaron primero. Los restos de aquellos que yacían en lo profundo de la tierra de pronto fueron reconstruyéndose y volviendo a tomar su forma original. Tal parecía que escucharon la orden de la voz de Dios que los hizo estremecerse desde lo profundo de la tierra. De repente los huesos de aquellos que descansaban en la tierra se fueron juntando uno con el otro. Se revistieron de tendones y piel los cubrió. Volvieron a existir cuando Dios retornó el aliento sobre sus narices. Se vistieron de cuerpos resplandecientes y glorificados. Luego de que los muertos se levantaron, ascendieron junto con ellos todos los santos de la tierra que aún vivían.

“Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación”. –se dejó oír la voz de trompeta de Dios.

Estas palabras hicieron que la fuerza de la gravedad soltara a los hijos de Dios los cuales sintieron que se rompían todas las ligaduras que ataban sus cuerpos terrenales dejándolo atrás y dirigiéndose a la casa de Dios.  En la impresionante congregación de Dios todo era fiesta celestial y sus ojos fueron abiertos para ver el esplendor de las alturas, cosas demasiado hermosas jamás vistas por ojo humano. La gloria del cielo ahora era la herencia de los hijos de Dios. En medio del radiante paisaje fueron entrando al lugar en las alturas donde se encontraba la morada de Dios. Cosas que ojos no vieron ni fueron comentadas por hombres de repente se convirtieron en la hermosa morada de los vencedores.

Mientras tanto, en la tierra era otro el panorama. Se comenzaron a oír voces de angustia por todas las calles de todas las ciudades. Gran confusión comenzó a reinar entre los hombres. La gente andaba eufóricos todos desesperados y corriendo de boca en boca una terrible noticia.

Christopher se encontró sin aliento y se detuvo en la acera al lado de uno de los postes de alumbrado para tratar de escuchar la conversación de la gente y ver de qué se trataba. Una muchacha se dirigió a un oficial.

–¡Oiga oficial! Venga acá. –llamó una joven que estaba aturdida en la calle.

–¿Qué desea joven? –contestó.

–Me puede decir, ¿qué está pasando? –preguntó ella.

–¿Acaso no lo sabe aún? –contestó el oficial.

–¿Saber qué? –preguntó ella.

–Oiga, por todos lados están anunciando que algo ha sucedido a escala internacional. Miles de personas han desaparecido de todas las ciudades. Dicen que tiene algo que ver con extraterrestres. –dijo el oficial.

Cuando Christopher escuchó aquellas palabras tuvo la sensación de un extraño mareo que lo obligó a afirmar sus pies para no desmoronarse.

–La gente andan todos saliendo de sus hogares gritando y buscando a sus seres queridos desesperadamente. Hijos, padres, tíos, hermanos y demás familia, son los desaparecidos todos cristianos. –explicó el oficial.

Christopher miró a su alrededor y notó como muchos automóviles permanecieron encendidos sin conductor alguno dentro. La policía se movía de un lado a otro sin poseer recursos suficientes para responder a tal crisis nacional en todas las ciudades. Tal parecía que la situación se le había salido de las manos y no poseían plan alguno para tan inesperado suceso. El caos y la desesperación detuvieron las ciudades y el tráfico vehicular. En cada esquina que la gente se movía se oía la misma noticia: «Miles de cristianos desaparecen de forma misteriosa en todo el mundo».

Christopher no podía creer las cosas que estaba escuchando. Sus pies parecían pesados. Se detuvo debajo de un poste eléctrico y apoyándose sobre el mismo pretendía descansar, pero no pudo dejar de escuchar a la gente.

–¡Se fueron! ¡Se fueron! –gritaba un joven latino desesperado.

–¿Quiénes se fueron? –contestó otro joven de la calle.

–Se fueron con Dios los que estaban llenos del Espíritu. –dijo el muchacho latino.

–¿Llenos del Espíritu? ¡Pamplinas! –dijo el joven

–¿Es que no comprenden lo que ha pasado? –dijo el latino con rostro de desesperación.

–No sé de qué hablas. –dijo el joven.

El alboroto cubría la ciudad. Ahora la ciudad debería buscar llenar los espacios de aquellos desaparecidos.

Era el momento cuando toda clase de crisis imperaba en la sociedad. Un colapso económico había hecho someter a las naciones más poderosas de la tierra. Reinaba el hambre, las guerras y los desastres por todos lados. Y ahora, eran muchos los que aseguraban que había sucedido una clase de arrebatamiento donde los cristianos fieles ascendieron a los cielos. 


Prólogo 

Los Hechos 

Capítulo 1 El pordiosero 

Capítulo 2 Misteriosa huida

Capítulo 3 La carta secreta 

Capítulo 4 Advertencia de una catástrofe 

Capítulo 5 La autoridad del dragón 

Capítulo 6 El arrebatamiento

Capítulo 7 La marca

Capítulo 8 Señales y prodigios 

Capítulo 9 Siete años 

Capítulo 10 Monstruos de aluminio 

Capítulo 11 Un nuevo día

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