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Capítulo 6
El arrebatamiento
La gente caminaba apresurada por las inundadas calles envueltos en
sus afanes cotidianos. Todo aquel ruido
urbano de bocinas y motores de automóviles, tumultos de gente conversando,
sirenas de la cuidad, obreros trabajando, y toda clase de anunciantes lo que producía era dolor de cabeza. Mientras
cada persona de la ciudad atendía cada uno sus asuntos, pasó
lo inesperado. Como si se tratara de una nueva visión o de un enigmático sueño,
un misterioso relámpago cruzó el planeta a una velocidad tan rápido como un
abrir y cerrar de ojos. Salió del oriente mostrándose en occidente. Fue como un
imponente celaje de Dios que ejerció una poderosa fuerza que hizo que los pies
de todos los creyentes de Dios vencieran la gravedad. Fue como quebrar aquella
fuerza que los mantenía atados a la tierra. Aquellos cuerpos que descansaban en
la tierra y en el mar se levantaron primero. Los restos de aquellos que yacían
en lo profundo de la tierra de pronto fueron reconstruyéndose y volviendo a
tomar su forma original. Tal parecía que escucharon la orden de la voz de Dios
que los hizo estremecerse desde lo profundo de la tierra. De repente los huesos
de aquellos que descansaban en la tierra se fueron juntando uno con el otro. Se
revistieron de tendones y piel los cubrió. Volvieron a existir cuando Dios
retornó el aliento sobre sus narices. Se vistieron de cuerpos resplandecientes
y glorificados. Luego de que los muertos se levantaron, ascendieron junto con
ellos todos los santos de la tierra que aún vivían.
–“Anda,
pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un
poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación”. –se dejó oír la voz de trompeta de Dios.
Estas palabras hicieron que la fuerza de la gravedad soltara
a los hijos de Dios los cuales sintieron que se
rompían todas las ligaduras que ataban sus cuerpos terrenales dejándolo atrás y
dirigiéndose a la casa de Dios. En la impresionante
congregación de Dios todo era fiesta celestial y sus ojos fueron abiertos para
ver el esplendor de las alturas, cosas demasiado hermosas jamás vistas por ojo
humano. La gloria del cielo ahora era la herencia de los hijos de Dios. En medio
del radiante paisaje fueron entrando al lugar en las alturas donde se
encontraba la morada de Dios. Cosas que ojos no vieron ni fueron comentadas por
hombres de repente se convirtieron en la hermosa morada de los vencedores.
Mientras
tanto, en la tierra era otro el panorama. Se comenzaron a oír voces de angustia
por todas las calles de todas las ciudades. Gran confusión comenzó a reinar
entre los hombres. La gente andaba eufóricos todos desesperados y corriendo de
boca en boca una terrible noticia.
Christopher
se encontró sin aliento y se detuvo en la acera al lado de uno de los postes de
alumbrado para tratar de escuchar la conversación de la gente y ver de qué se
trataba. Una muchacha se dirigió a un oficial.
–¡Oiga
oficial! Venga acá. –llamó una joven que estaba aturdida en la calle.
–¿Qué
desea joven? –contestó.
–Me
puede decir, ¿qué está pasando? –preguntó ella.
–¿Acaso
no lo sabe aún? –contestó el oficial.
–¿Saber
qué? –preguntó ella.
–Oiga,
por todos lados están anunciando que algo ha sucedido a escala internacional.
Miles de personas han desaparecido de todas las ciudades. Dicen que tiene algo
que ver con extraterrestres. –dijo el oficial.
Cuando
Christopher escuchó aquellas palabras tuvo la sensación de un extraño mareo que
lo obligó a afirmar sus pies para no desmoronarse.
–La
gente andan todos saliendo de sus hogares gritando y buscando a sus seres
queridos desesperadamente. Hijos, padres, tíos, hermanos y demás familia, son
los desaparecidos todos cristianos. –explicó el oficial.
Christopher
miró a su alrededor y notó como muchos automóviles permanecieron encendidos sin
conductor alguno dentro. La policía se movía de un lado a otro sin poseer
recursos suficientes para responder a tal crisis nacional en todas las
ciudades. Tal parecía que la situación se le había salido de las manos y no
poseían plan alguno para tan inesperado suceso. El caos y la desesperación
detuvieron las ciudades y el tráfico vehicular. En cada esquina que la gente se
movía se oía la misma noticia: «Miles de
cristianos desaparecen de forma misteriosa en todo el mundo».
Christopher
no podía creer las cosas que estaba escuchando. Sus pies parecían pesados. Se detuvo
debajo de un poste eléctrico y apoyándose sobre el mismo pretendía descansar,
pero no pudo dejar de escuchar a la gente.
–¡Se
fueron! ¡Se fueron! –gritaba un joven latino desesperado.
–¿Quiénes
se fueron? –contestó otro joven de la calle.
–Se
fueron con Dios los que estaban llenos del Espíritu. –dijo el muchacho latino.
–¿Llenos
del Espíritu? ¡Pamplinas! –dijo el joven
–¿Es
que no comprenden lo que ha pasado? –dijo el latino con rostro de desesperación.
–No
sé de qué hablas. –dijo el joven.
El
alboroto cubría la ciudad. Ahora la ciudad debería buscar llenar los espacios
de aquellos desaparecidos.
Era
el momento cuando toda clase de crisis imperaba en la sociedad. Un colapso
económico había hecho someter a las naciones más poderosas de la tierra.
Reinaba el hambre, las guerras y los desastres por todos lados. Y ahora, eran
muchos los que aseguraban que había sucedido una clase de arrebatamiento donde
los cristianos fieles ascendieron a los cielos.
Capítulo 4 Advertencia de una catástrofe
Capítulo 5 La autoridad del dragón
Capítulo 8 Señales y prodigios
Capítulo 10 Monstruos de aluminio
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